domingo, 15 de diciembre de 2013

ROLL20

     (o cómo jugar a rol cuando la vida se complica)

     Saludos de nuevo, entes diversos. Hoy vamos a empezar a rozar, siquiera levemente, el azaroso mundo del rol cuando las cosas de la vida se ponen más y más complicadas. Esto es, cuando uno se hace mayor y comienza a asumir responsabilidades de tío viejo y le caen encima los viajes lejos de casa por motivos de trabajo; y las mujeres; y los hijos; y los divorcios; y las nuevas mujeres; y los nuevos hij…

     (–Amo, qué vida taaaaaan interesante la suya…
     –Puri, calla, que la cosa es muy seria.)

     En resumen, ¿qué puede hacer uno cuando, por ejemplo, su mesa de juego queda a 350 kilómetros de distancia? 
     La respuesta fácil sería “buscar una nueva mesa de juego, so berzas”. Aunque es cierto que a muchos jugadores de rol les cuesta cambiar de compañeros de aventuras lúdicas, en el fondo estamos hablando de una actividad profundamente socializadora y nuestro gremio es dado a recibir con los brazos abiertos a los nuevos colegas. Pero ¿y si no puedes encontrar mesa por cualquier causa? ¿Y si, aunque la consigas, tu deseo es seguir jugando con tus amigos de toda la vida?
     Y no olvidemos tantas otras posibles causas de deterioro, o abandono, de la actividad rolera. Por ejemplo, los trabajos con intempestivo horario o jornadas nocturnas, o aquellos que, como el mío, desarrollan su principal actividad los días de actividad punta de nuestro hobby favorito (viernes y sábado noche, y domingo por la mañana). ¿Qué hacer? Por no hablar del  muy temido WAF (Wife Acceptance Factor), que en el caso de muchos viejunos jugadores es demasiado alto como para poder obviarlo (tanto que ha acabado con más de una vida rolera). ¿Qué -por todos los demonios del abismo- hacer?

No estoy enfadada. Si prefieres ir a jugar a... "eso" con tus amigotes, 
en lugar de ir a la exposición de muebles de recibidor conmigo, como prometiste, 
yo no te lo voy a impedir. Tú verás lo que haces.

     Hace unos años, la respuesta era sencilla: nada. Te quedabas en tu casita, te armabas de novelas y VHS, te acostumbrabas a manejar interacciones sociales nuevas, te sacabas un abono para los teatros de la Villa, te llevabas a la parienta al ballet y adquirías algún hobby nuevo más aceptable a ojos de tu hostil entorno, tipo ver el fumbol (aunque no te gustara) con los amigotes del trabajo. Y con el rol podías hacer dos cosas: o dejarlo para un mejor momento o convertirte en un teórico coleccionista de material, porque la alternativa de juego que te ofrecía el correo ordinario era una auténtica mierda que solo servía para los más áridos juegos de estrategia (tipo “Lords of the Earth”). 
     Pero, ah, hete aquí que llegó internet para cambiarlo todo.

     EL JUEGO POR FORO

     Sin duda, y como apuntaba antes, la primera fuente de oxígeno fue el juego vía correo ordinario (PBP: Play by Post. Veréis que los viejos roleros somos como los militares, que tenemos siglas para todo). Las listas de correo (¿alguien se acuerda…? ¿Eco eco…?) y el juego por email (PBeM: Play by eMail) te permitían una cadencia aceptable: apenas necesitabas dos jodidos meses para rolear una escena que en tu mesa duraría tres horas.

¿Ordinario? ¿¿Ordinario??
Mira chato, ordinario serás tú.

     No fue hasta la aparición el juego ordenado a partir de los diversos foros dedicados que la cosa no se convirtió en verdaderamente práctica y agradable. Comunidades como “Umbría” llegaron para dar vida a los jugadores con problemas logísticos (además de para calmar las ansias de rol de ese otro tipo de jugador que no sabe vivir sin dejar de pensar en un dado de 20) e incorporaron poco a poco un buen número de herramientas (ya exploradas desde los tiempos de las listas de correo) como la interacción por chat, con la proliferación de canales IRC dedicados al rol, los generadores de tiradas, etc. 
     Después llegó Skype (alabado sea el señor) y el asunto dio su penúltimo giro.

     SKYPE

     Skype apareció con el objetivo doble de comunicar a las familias a lo “2001, Odisea en el Espacio” y facilitar un espacio virtual donde se pudiesen desarrollar reuniones de trabajo de un modo factible. Pero tanto los aficionados al porno digital (no, estrictamente digital no quería decir. Quería decir virtual. O virtual y digital, vaya, porque el tacto interviene cuando... es decir, en el momento de...), como los jugadores de rol vieron cómo se abría ante ellos una enorme naranja llena de posibilidades (los del porno vieron cómo se abría otra cosa, pero eso es otro tema): al fin uno podía reunirse con sus viejos compañeros de partidas sin salir de casa. Ya no importaba la distancia, ya no importaba si la sesión debía desarrollarse durante un par de horas sueltas un miércoles a la noche, y además el WAF se veía atenuado de forma significativa (“cariño, he pensado que voy a hacer EXACTAMENTE como tú y me voy a hablar un rato con los amigos”). 
     Claro que la cosa no es tan sencilla como parece: en primer lugar la calidad y velocidad de conexión, necesariamente alta. En segundo, las llamadas de vídeo con tres o más participantes exigen un pago económico que no todo el mundo puede asumir o está dispuesto a aceptar. En tercer lugar, no es tan fácil ordenar una mesa virtual como una física, ya que tu atención no siempre consigue focalizarse en el interlocutor con quien necesitas hablar cuando hay varias voces discutiendo a la vez a través de tus auriculares. Por último, ¿qué hacemos con los dados? ¿Enfocar la pantalla hacia la mesa cada vez que se tira? ¿Fiarnos a ojos cerrados del DJ (pfffffff...)? ¿Y los mapas? Pues bien, para solucionar todos estos problemas prácticos llegó el objeto de este largo y aburrido artículo: Roll20.

     ROLL20

     Roll20 nació como proyecto Kickstarter en 2012, alcanzando sin muchos problemas y en poco tiempo su objetivo de financiación. El objetivo de la plataforma era ambicioso: ofrecer al juego de rol con director de juego humano (eh, también tenemos siglas para eso: RTHM, Real Time Human Moderator) todas las herramientas necesarias para una perfecta experiencia de juego. ¿Todas, os preguntaréis? Bueno, casi todas: mesa virtual donde poder colgar imágenes, fotos, cartas viejunas y mapas (con grid, cuadrangular o hexagonal y configurable en sus medidas); generador de dados en dos versiones, la facilona con dibujitos de dados para los que somos medio autistas informáticos y una mucho más completa (y compleja) vía comandos que permite todo tipo de maravillosas combinaciones (como simular tiradas en las que sumar al número de dados de inicio los modificadores, incluyendo el número de dificultad y la resolución del daño todo de una vez); chat de texto que permite “susurrar” mensajes que sólo pueden leer algunos jugadores y el DJ; chat de audio y vídeo (o solo audio) ajustable. Fichas para los jugadores. Foro de la partida… 

Roll20 en todo su esplendor.

     Sólo con su maravillosa mesa virtual ya podríamos darnos con un canto en los dientes: tienes a tu disposición cientos de mapas de mazmorras, castillos, sótanos infectos, casas solariegas abandonadas, naves espaciales… sin contar aquellos que quieras incorporar con el sencillo método de arrastrar imágenes y soltar. Si prefieres dibujar en el momento, el juego también te lo permite. En cuanto a las miniaturas de los jugadores y monstruos, hay igualmente otro sinfín de tokens que incluyen apartados para apuntar la vida, los puntos de magia, cordura o lo que se te antoje, y puedes también modificar en tiempo real esos tokens para señalar con una “X” aquellos participantes muertos, o con una calavera los envenenados, o con, qué sé yo, un corazoncito al shoggoth bajo los efectos de un filtro de amor. Existe un cuadro de iniciativa que se actualiza con cada movimiento, y el DJ puede configurar cada token para permitir su manejo por parte del jugador correspondiente (de modo que nadie pueda empujar hacia el abismo a la miniatura del colega cuando se va al WC, pillines, que os veo venir). 

Nuestra última batalla vikinga vista por Roll20

     Pero hay mucho más. Como los macros y el Roll20-API. O los módulos de partidas ya preparados para el DJ (de momento sólo en inglés). O los entornos de juego y dados adaptados a los sistemas más populares (GURPS, D&D 3.5/4/Next, Old School, WoD…). O la impresionante iluminación activa (ved este vídeo y llorad). O la niebla de batalla. Con una ventaja añadida: no tendréis que instalar nada. Un ordenador (no hay servicio para tableta a menos que tu DJ pague una suscripción anual; y si lo hace, sólo para entornos IOs), un navegador, un micro, una webcam (no es imprescindible), una buena conexión… y a hacer millas, entes diversos, porque tanto Roll20 como alguno de sus competidores, tienen dentro de sus entrañas todo, todo aquello que jamás podréis necesitar para reactivar esta afición tan sana y compartir nuevos viejos momentos con los amigotes.
     Todo… o casi todo, porque a Roll20 le falta algo imprescindible: el vino y los panchitos. Para eso necesitaréis recurrir al supermercado de siempre porque no hay forma de compartir víveres de forma virtual. De momento.

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