Pregunta 5: En la pregunta 2 comentamos que Highdell es un pueblo situado cerca de montañas, rodeado de bosques, no muy lejos del mar y con un camino que lo atraviesa. Eso es, más o menos, como todos los pueblos de fantasía medieval que conoces.. hasta que alguien que viene pregunta en otros pueblos cercanos. “¿Highdell?, si. Sigue este camino y lo encontrarás, a unos tres días, tras pasar por…”. ¿Que localización geográfica se encuentra cerca de Highdell y que le hace reconocible?
Abandonar la cámara secreta ha sido todo un alivio. ¿Qué mierda de porcentaje de humedad debe haber ahí dentro? Si poco antes de salir me dice Lassar Layam, "eh, Stone, ¿tú has visto ese bicho de la esquina?", y yo, que odio los roedores, "¿qué bicho, una rata?", y él, "no, compañero: una trucha. Mira como salta la cabrona". Si tardamos una hora más en salir de allí nos salen branquias, coño.
Lo cierto es que no tenemos ni idea de la hora que puede ser. Ni si es de día o de noche, ya puestos. Lo que sí sabemos es que en las catacumbas de Hobbiterror no hay nadie correteando como alimaña hambrienta buscando comerse nuestros culos, y eso, eh, eso es un avance que te cagas con respecto a nuestra situación previa.
Así que ahora toca regresar a superficie y respirar un poco.
A la derecha el túnel desciende levemente hasta el precipicio desde donde contemplamos aquella hogareña y entrañable reunión de hobbits cultistas. Es allí donde debe encontrarse (suponemos que en un estado lamentable) el cuerpo de nuestro compañero Mëss O’Nero, y mentiría si no reconozco que dudamos durante unos dos o tres segundos acerca de la conveniencia de ir a buscarlo para darle tierra y despedirlo, como procede, o dejarlo allí. Pero cuando empezábamos a dudar, alguien impuso la cordura diciendo, "eh, nosotros podemos ser unos cabrones, pero no unos putos cabrones. Pensadlo bien, ¿qué hubiera hecho nuestro buen amigo Mëss O’Nero de encontrarse en nuestro lugar? ¿Creéis de verdad que nos hubiera abandonado allí…?”. Y como resulta que sí, que ese bastardo hijo de cien padres nos hubiera dejado allí, pues tomamos el camino de la izquierda y abandonamos sus restos a su suerte. Algún mero se los comería, supongo.
Después de todo, sí podemos llegar a ser unos putos cabrones de tanto en tanto.
–¡Ay!
–La culpa es tuya –dice el Señor Rikkaos hacia Lassar Layam, quien camina a sus espaldas dándose una leche tras otra en la azotea–. Si midieras como una persona normal, no te pasaría eso.
–Soy una persona normal, coño. Tú eres el enano.
–Eh, desde mi punto de vista sois todos unos jodidos palos estirados a los que la sangre apenas sí llega con la suficiente presión al cerebro.
–Avisa por lo menos cuando la cosa se achata.
–No lo va a hacer –digo yo mientras esquivo la depresión del techo aprovechando que mi colega asesino psicópata va llevándose las hostias justo delante–. Tiene toda la mala leche de la tierra concentrada ahí, en ese cuerpecito de enano cabrón que tiene.
–Señores, señores –murmura detrás el Archimago Bifurkehn–. Calma y tranquilidad. Y silencio. Detecto ya una suave brisa desde...
–Es un pedo del enano –dice Lassar Layam–. No sé si es peor darme de leches contra el techo o comérmelos todos, joder, que será pequeño y comerá ambrosía, pero lo que sale de ahí abajo es Mordor.
–Sí que es verdad… –susurra el Señor Kaos.
–¿Lo de los pedos? Nos ha jodido que si es verdad.
–No –dice, agachándose–. Lo de la brisa.
Y oye, que sí. Apenas unos veinte o treinta metros más adelante comenzamos a vislumbrar una tenue luz a noche, a estrellas sin luna que, a unos ojos casi muertos por las horas vividas bajo tierra nos pareció un resplandor tan vivo como el mejor de los amaneceres. Algo más adelante logramos salir a superficie. Concretamente, accediendo al interior de uno de los panteones hobbits del lugar.
Al principio no nos dimos cuenta, pero aquel panteón era más grande de lo debido. Quiero decir, que un hobbit es un hobbit hasta para el asunto de la muerte y los enterramientos, ¿no? Si son medio metros de tipos, o sea, si hasta sus catacumbas son tan cortas como la esperanza de vida de un Elfo haciendo lo del truco o trato delante de la puerta principal de Barad-dûr… ¿Para qué demonios iban a construir un panteón de talla humana? Pues bien, aquel lugar lo era. De talla humana, digo. Y pensado para más de un inquilino.
Tumbas.
Muertos.
Casi instintivamente desvío un ojo hacia Lassar Layam, quien ha hecho lo propio. Agitamos las manos derechas, las lanzamos hacia delante:
–Piedra –dice.
–Tijera –digo yo. Y añado:– Mierda.
Así que nada, descuelgo mi mochila, desato las cintas que sujetan mi palanca y me pongo a trabajar sobre la primera de las tumbas. Sí, vale, que deberíamos romper las rejas de metal que nos separan de la noche y la libertad… pero oye, somos saqueadores. Llámalo perversión: yo lo llamo dedicación al oficio.
Forcejeo, empujo, limpio el sudor frío, escucho las chanzas del Señor Kaos quien formula sus habituales chascarrillos, metáforas y comparaciones entre mi fuerza y la de una mariquita de campo… lo habitual. Al cabo de un rato, que es lo que importa, consigo deslizar la principal de las lápidas de piedra despejando el camino hacia, hacia, hacia...
(Dortó, dortó, que tengo un dolorcillo así,
como punzante, a la altura del pecho que…)
–Mira tú por dónde –dice el Señor Kaos.
–Joder –murmuro–. Por si esta aldea no fuera ya el puto circo de los horrores, ahora aparece éste por aquí. ¿Este tipo no es el anciano amable de larga blanca y ropas multicolores que nos indicó cómo encontrar Highdell…?
–El mismo –dice Bifurkehn acercándose–. El anciano de la Torre de Marfil. La Arcana Torre de la Hechicería, el antaño colosal y ahora abandonado templo de sabiduría que fuera arrasado, abandonado y destruido años atrás cuando...
–El abuelete de las ruinas, sí –tercia Lassar Layam, haciéndose hueco alrededor del fiambre–. El que nos soltó lo de "¿Highdell?, sí, hombre, sí. Seguid ese camino de ahí y lo encontraréis a unos dos días y algo, tras pasar por…En fin, por ahí. ¿Queréis un poquito de mandanga…? La tengo de calidad, de la güeni-güeni". Coño con el abuelete, sí que se ha dado prisa en venir.
–En venir –apunto–, y en rejuvenecer, en ponerse delante de estos psicóticos del tamaño de hurones y en acabar con una tranca atravesada en el puto centro.
–Sip.
–¿Y qué hace aquí?
–¿Qué te parece a ti, Stone? –pregunta a su vez el Archimago–. ¿Crees que está de picnic, o qué?
–Quiero decir, si hace cuatro días el tipo era un abuelete, y desde sus ruinas (colosales y arcanas y todo lo que quieras, pero ruinas a fin de cuentas) nos dijo todo simpatías la dirección exacta de la aldea, el cómo llegar, nos regaló aquel saco de maría de la cuaderna del Sur y hasta nos dejó comer algo de su estofado de conejo…
–Que sí, que lo he pillado –murmura Bifurkehn–. Mira, no tengo ni idea. No sé por qué estaba allí, entre aquellas ruinas invadidas por la maleza y la podredumbre, un lugar deshabitado largo tiempo atrás; y no sé por qué ahora está aquí.
–Y con esas pintas, además –dice el Señor Kaos–. Y no me refiero a sus evidentes problemas de ortodoncia, no. O sea… ¿habéis visto esa capa negra con el interior de terciopelo rojo…?
Y de nuevo cruzo una mirada con Lassar Layam. Y de nuevo lanzamos manos. Y de nuevo dice "¡piedra!", y yo "¡tijera!”.
Cagontó, pienso.
Ya me ha guindado la capa.