martes, 5 de noviembre de 2013

¿Qué jornadas recuerdas con más cariño?

     

     –A ver, que te tengo dicho que no me dejes eso ahí.
     –Perdón Amo. Son las entrevistas, que…
     –Como si es la caja 3 de Dragon Age. Sobre el Lamborghini no se deja nada. Y no me llames “Amo”, Puri, que eres mi becaria, no mi esclava sexual.
     –Sí Amo.
     –Puri…
     –Perdón, Master. 
     –Puriiii…
     –¿Narrador? ¿Dj…?
     –Tendría que haber revisado mejor esos currículums en lugar de dejarme llevar por la foto…
     –¿Señor?

————

     En breve comenzaré a colgar por aquí una serie de entrevistas con gente muy importante en esto del Rol y que confío resulten instructivas y muy clarificadoras para todo el mundo. Pero eso será mañana; hoy seguimos con nuestras respuestas al divertido reto lanzado días atrás por Trasgotauro, y lo que toca es…   

     EL DESAFÍO DE LOS 30 DÍAS

     Día 5. ¿Qué jornadas recuerdas con más cariño?

     No soy muy de jornadas, yo.

     Ni con el rol, ni con la literatura, ni con la música, ni nada. Sea por hobby o por cuestiones laborales, no frecuento las convenciones ni me suelo sumergir junto al resto de la afición en esa suerte de bacanal catártica y reparadora. No me gusta. Será por timidez.



Jornadas roleras.
Arriba a la izquierda mi churri, mi hijo y yo.


     El caso es que tengo poco donde elegir para responder a esta pregunta. Pero lo poco que tengo, es jugosete jugosete. A causa de los imponderables de la vida, nuestra mesa de juego se rompió definitivamente hace un par de años. No se me asusten, no es que uno discutiera con otro, o que otro se cansara del uno… no, nada de eso. La cosa es que todos mis amigos se pusieron a casarse y reproducirse cual lemmings campestres, y claro, a partir del momento en que el ochenta por ciento de la mesa tenía que invertir sus recursos en comprar pañales en lugar de coleccionar módulos de rol, y que todo el tiempo lúdico hubo de gestionarse de común acuerdo con la pareja, el asunto comenzó a complicarse.


¿Tampoco puedo quedar los domingos por la tarde?
Es que es la conclusión del Vampiro y... ¿Y por la noche?
¿No? ¿Es un no...?


     Desde la privilegiada posición que me otorga la perspectiva de vivir a 364 kilómetros de distancia y de ser padre por partida doble desde varios años antes que ellos, la nueva situación, aunque entristecedora, no es que me pillara por sorpresa. Uno ya no jugaba por los motivos logísticos ya expuestos, pero que el grueso de tu pandilla, ese grupo fuerte y sólido de amigos que sigue quedando un par de veces por semana para tomar café (siempre en el mismo bar. Un templo sagrado y hermético del cual ya hablaré en su momento) y que vivían separados entre sí por apenas tres manzanas, ahora ya no encuentra ni una sola tarde, ni tres míseras horas a la semana para jugar.

     Dramático.

     Pero a grandes males, grandes remedios. Un día nos pusimos a pensar en qué pasaría si nos dedicáramos un fin de semana a nosotros para invertir tooooooodo el tiempo a jugar a rol. En el primer plan cabían también cosas como el piragüismo o el tiro con arco, pero entre que nos pareció demasiado friki y que supusimos que nadie nos creería, dejamos esas cosas saludables para otro momento. 


¿Piragüismo... tú?


     El caso es que de alguna forma incomprensible (diez críticos en persuasión. Increíble) conseguimos vender todo el asunto a nuestras respectivas, y lo que era un proyecto se convirtió hace año y medio en nuestra primera rolparty bajo una premisa muy sencilla: "una sola mesa, hasta cuando el cuerpo aguante".


     Ya llevamos dos. No sé cuánto tiempo más conseguiremos mantenerlas en pie, pero son sin lugar a dudas las jornadas roleras que recuerdo con más cariño.


El domingo por la tarde te quiero aquí.
Lo sepas.

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